LA SUERTE, POR PELOTAS
Doy entrada a las pelotas horas antes de que se produzca el acontecimiento mundial.
Son las nueve de la mañana . El corazón me va a cien esperando esperando.
Creo que vamos a ganar.
Por si acaso, creo que a lo mejor ganaremos.
No sé, no sé. Me barrunto que éstos de la Holanda, ¡oH-Landa!, nos van a dar p'a ir pasando, que es como si te zurran la badana. Así tenía yo oído en mi casa, de chica.
Aparte es San Cristóbal. Esto enriquece muchísimo la coreografía dominical, tropical, f-estival, preparada por la asociación de bares y bareros para ensalzar las virtudes del santo de los conductores. No acabo de ver la relación coche-bar, cochero-barero-santo. Pero en fin, más saben los entendidos y en ellos deposito mi confianza.
Así va moviendo el reloj, lentamente, a la espera del propiamente llamado pelotón.
Se han hecho famosos algunos, con distinto matiz: El de los torpes, el grueso de los ciclistas, el de fusilamiento...
Éste de darle patadas no ofrece peligro. Inocuo total.
Por eso me fascina, porque es bueno y alegra mis momentos de desánimo. ¡Viva el pelotón, gane quien gane!
No soy pulpo, pero la iguana perdida hace unos días por la Carrera Ricla, luego de algunos titubeos, salió como una flecha a esconderse por el lado español, por la derecha ¡Uy! ¡Qué digo! ¡Por la izquierda!.
Mi pulpo y mi iguana me colocan en medio del dilema:
O ganamos, o perdemos y nos quedamos con dos palmos de narices.
Otra vez será, que falta mucho para el fin del mundo.
Y mientras se deshoja la margarita, una línea finísima imperceptible nos deja en la franja peligrosa de ser los mejores, como de costumbre.
Etiquetas: Día histórico
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